General Brig. Gabriel Cruz González / 17/XII/95
Discurso pronunciado por el autor en el XL aniversario de un grupo de maestras generación -1955 el día 26 de noviembre de 1995.
Maestros
Van mis sueños dispersos
Por los rumbos del viento
Enseñando a los hombres
Que es hermoso soñar
Y mis ya envejecidos
Nuevos sueños hilando
Seguirán mientras puedas
Nuevos sueños hilar.
Yo no sé en verdad maestros, de qué otra oratoria valerme para hablar y así exaltar su día, cumplidamente tal hecho tan emotivo y trascendente. Sobre todo, cuando han precedido estéticos esfuerzos, cabe vuestras enseñanzas, cantos y ahínco.
No sé si usar el verbo espontáneo de Alcibíades o el público de Temístocles; asirme a la retórica palabra de un Lisias, o resumir el ejemplo conductor de nuestros oradores; iluminados por la libertad, como Hidalgo; definitivos en la acción, como el nigromante; o elegíacos con ática elegancia, como Urueta.
De tantas maneras de hablar, ajeno al canto oficial –pájaro libre y no jilguero prisionero- yo escojo, devotamente, aquella que considero la más sencilla y humana; la sinceridad. Y con la mente alegre, el corazón emocionado y la garganta cantarina, siento que rindo homenaje a todos los hombres y mujeres de mi patria.
Se dice que un maestro a la vez que imparte el saber, libera la mente de sus discípulos de toda captación pasiva y ayuda a que cada uno descubra su propia verdad. Porque al ministerio al que se le imprime su propio carácter y se le rodea con su propia existencia, se supera cuando:
“El auténtico maestro lo es en la cátedra y fuera de ella, siempre a toda hora, hasta en el esparcimiento de la intimidad”, y más aún, en los momentos recónditos de la meditación y la reflexión, de las que fluyen propósitos, enmiendas, entusiasmos e irreversibles decisiones.
Sus peculiares cualidades se multiplican. Adquiere –vocación misional- singulares cualidades. Como trabajador calificado y técnico de una profesión intelectual, a la vez que un verdadero obrero de la enseñanza, se convierte en un guía; son, modelo, ejemplo y estímulo para las inteligencias recién abiertas. Ya en la enseñanza elemental, predominantemente receptiva, moldeando dócilmente al alumno –forma que la cultura le imprime- ya en los niveles superiores, obligando al discípulo a ponderar, aquilatar y poner en cuestión el saber requerido. Resume así mismo al artista. Da forma a la materia con la que trabaja – diseñando al sujeto- ejerciendo los métodos que encausan sistemáticamente el aprendizaje en el niño o en el joven y los transforma, dejando en ellos algo de su personalidad, algo de su actuación.
Obrero, guía, artista y actor conjugados, caracterizan a un maestro, ¡Ustedes llenan esos requisitos! Pues es difícil reunir estas actitudes y estas aptitudes, y cada una de ellas, independientemente y unilateralmente poseídas, son medios de inspiración, imaginación, razonamiento y particular estructuración –el humano laboratorio- En que la ciencia y el arte trazan. Constituyen al desarrollo de la ajena personalidad –dócil o rebelde- enfrentada a través de su crecimiento biológico y psicológico a la problemática universal.
A ello contribuye no solo la perfección física, moral e intelectual del maestro, la sinceridad en la actuación y la auténtica y poderosa savia de sus convicciones, de sus ideas, de sus sentimientos y de sus resoluciones.
Al analizar estas cualidades del maestro en la que ustedes están inmersos, han dejado y dejarán por siempre en sus discípulos, huellas imborrables. Para que alcancen la responsabilidad y dignidad, que todo hombre y toda mujer debe conquistar.
Maestros
Vayan por la vida regando el camino
De claros ensueños, de luz y de amor;
Sintiendo el milagro que tiembla en el trino
Al mágico embrujo de un suave fulgor.
(Sinuhé)
Lindo, Felicidades a todos los maestros!