Periodismo Cultural; Ponencia en Somos Más.

 

“El periodismo cultural es un género que no morirá porque está adherido a la prensa en general”: Víctor Roura

La expresión “periodismo cultural” es redundante, pues todo periodismo se halla en el campo de la cultura, si ésta se ha de entender como el conjunto de conocimientos, hábitos y tradiciones, expresiones creativas y recreativas, juicios y prejuicios de una colectividad.

En ese sentido, redondeó que sería injusto no asentar que nuestro periodismo cultural trabaja en favor de todos, pues su pretensión es invariablemente refinar el gusto de los lectores, ofrecer a todos una cocina  variada para educar sus paladares. En algunos casos la ofrenda es mayor, especialmente cuando un periódico, revista o una individualidad dan la pelea por la libertad de todos.

Aunque la información y la divulgación de noticias han existido desde antes de la aparición de los textos impresos, no es, como podría creerse, la invención de la imprenta el suceso que señala la expansión de las funciones del periodismo en la cultura. Desde siempre, la entrega de información directa y sintética ha constituido la esencia de lo que hoy significan tanto el periodismo escrito como la comunicación electrónica.

A pesar de las obvias tendencias del periodismo contemporáneo, el material manipulado por los medios tiende (como siempre ha sucedido) a describir, situar y exponer la existencia de hechos o fenómenos para ser interpretados por un receptor que luego sacará sus propias conclusiones. Así ha ocurrido desde que en la China antigua y en el México prehispánico circulaban informes sobre acontecimientos importantes; desde que jeroglíficos, dibujos, murales, etcétera, nos indican esa necesidad humana de transmitir signos y señales para comunicarnos.

Actualmente, las funciones y características del periodismo (síntesis, actualidad, inmediatez, vitalidad, etc.), en el caso específico del periodismo cultural, no pueden separarse de los fines que el propio periodista intenta alcanzar, pues a medida que una sociedad se hace más compleja, sus productos culturales tienden también a serlo. Pero si el periodismo es acción inmediata, vital, directa; los propios periodistas, aun los especializados, se circunscriben culturalmente dentro del núcleo social que, por vocación o entrega, maneja los instrumentos propios de lo que podríamos llamar «sector intelectual».

Por su parte, los miembros de ese núcleo pretenden constituir una especie de conciencia de la sociedad. Sus actividades responden generalmente a intereses de determinados grupos sociales (dominantes o no), pero gracias a la naturaleza de sus actividades tienden a exponer hechos y argumentos que señalan los cambios requeridos por la sociedad.

Esta función del núcleo intelectual pertenece también, por derecho y extensión, a la acción periodística, pues sus funciones (por ubicación, compromiso y resultados) pertenecen a la misma clasificación de las actividades de, por ejemplo, los profesores universitarios, escritores, técnicos, asesores oficiales y privados, pensadores y, en muy raros casos, dirigentes políticos o gubernamentales.

El propósito de todo periodista cultural, en tanto, es proporcionar a sectores amplios de la sociedad elementos objetivos, veraces, sintéticos, actuales, pero con los suficientes ingredientes críticos que contribuyan al buen discernimiento, al desarrollo y/o transformación del nivel de vida de esos amplios sectores.

En este punto resulta fácil entender porqué el poder de comunicación del arte es tan importante. Pues cuando se habla de poder del arte, se debe abarcar desde las llamadas bellas artes (ópera, ballet, música clásica y de cámara, artes plásticas, arquitectura, literatura, teatro, etc.), hasta la doble expresión de lo que generalmente se menciona como arte o cultura popular: por un lado la «cultura de masas», vinculada al «marketing», la revolución tecnológica y los medios electrónicos; y por otro la llamada «cultura popular» que incluye la expresión artística imaginativa del pueblo y sus tradiciones.

Ya se ha dicho que la codificación es esencial en la comunicación. El mensaje va del emisor al receptor, pero el segundo debe ser capaz de descifrar lo que el emisor quiso decir. El mensaje en sí mismo está en la transmisión, que se vale de signos ininteligibles y posee sus propias claves. Es decir, por ejemplo, que el mensaje de las canciones populares llega a un número mayor de receptores porque éstos poseen las claves necesarias para descifrar ese código de expresión artística.

Pero ¿cómo pueden contribuir los medios de prensa escrita y electrónica a llevar el mensaje de la creación al gran público?

La respuesta parece fácil. En un mundo donde la prensa es el cuarto poder, la colaboración de los periodistas culturales es indispensable para que se pueda realizar ese proceso «mágico» de llevar información y conocimientos al pueblo.

Sin embargo, este fenómeno está condicionado por la realidad económica, política y social. Sería iluso esperar en nuestros países medios de comunicación que den preeminencia al arte y la cultura como ocurre, por ejemplo, en Francia. Las sociedades centroamericanas aún se encuentran en un proceso complejo que agudiza la contradicción entre construcción cultural e identidad, por un lado, y desarrollo socioeconómico regional e inserción global, por otro.

Además, la hegemonía sub cultural norteamericana sobre nuestra propia resistencia identitaria no deja de ser influyente en los estilos de nuestro incipiente periodismo cultural. La programación de nuestros canales de televisión donde solo tenemos Televisa o Tv azteca, con la excepción de algunos programas culturales como canal 11 o canal 22. En algún momento recorría otros países como Nicaragua con programas «El clan de la picardía», de Carlos Mejía Godoy en canal 2, «Gente de palabra», del poeta Tito Leiva, en el 23, y otro ya fenecido que dirigió Wilmor López en el desdichado canal 6; se resisten a destacar temas culturales.

Y a ¿Qué voy con esto?. En nuestros días “con dinero baila el perro”, si vemos pocos programas que se deslindan de los intereses económicos controlados por criterios consumistas y de mercadeo. En todo lo demás, pesa predominantemente el principio de la oferta y la demanda.

Ocurre igual con la prensa escrita, los grandes diarios que plasman en sus noticias lo que vende, y no porque venda es bueno prueba de ello los tediosos infomerciales que son una conexión entre los que padecen insomnio, basta ver unos 10 minutos algún de estos programas pagados y te das cuenta como en la mente del humano se mueven las ideas y te pones (uy si tuviera esos cuchillos haría mis alimentos, o la aquella procesadora de alimentos en 8 minutos tengo una ensalada) son programas que no buscan enseñarte sino que continuemos consumiendo.  En general no desarrollan periodismo cultural como tal, sino que expresan en sus ediciones los criterios artísticos de la élite ilustrada que los edita.

Pero también están las radioemisoras, que a pesar de ser el medio de mayor penetración en un país de analfabetas obligados, ni siquiera piensan en compensar la injusticia de la marginación a los grandes sectores, brindándoles por momentos un poco de cultura. Claro que existen las excepciones, que ofrecen suficiente calidad en cuanto a música contemporánea, también da espacio a programas de periodismo cultural, entre ellos, «La cultura es el símbolo», del poeta Raúl Orozco. En otras emisoras como Radio Universidad detrimento de intereses más que todo comerciales) y La poderosa (cuyo origen y patrimonio aún se debaten entre la oscuridad y la polémica política) sobreviven programas culturales que reflejan más bien el esfuerzo personal de jóvenes «quijotes» del periodismo cultural, y algunos estudiantes de la ECC.

Pero el resto del dial, como sabemos, es un desierto. ¿Qué noticias, qué programación pueden interesar a un negocio que desea prosperar económicamente, vender más periódicos o tener más audiencia? Desgraciadamente, en México el arte y la cultura parecen haber dejado de tener la importancia que, en términos ideales, debería otorgarle una sociedad que se precie de ser decente. Simplemente, el arte y la cultura no son una categoría operativa en el orden de las fuerzas e intereses nacionales.

Por ahora (y al parecer por mucho tiempo más) no resulta «rentable» dedicar espacio a temas que son sólo de interés para unas «minorías críticas» que se toman por asalto, una vez a la semana, los micrófonos en un par de emisoras. Para colmo, tales asaltos heroicos resultan totalmente contrarios a los intereses empresariales, por su escasa «productividad» o «poca rentabilidad». A menos que logren ajustarse al espíritu consumista con que los propietarios de emisoras asocian a la cultura; es decir, algo «interesante» sólo cuando es visto y considerado como producto manipulable.

La «inmensa minoría» de periodistas culturales en nuestro país constituyen sin duda notables ejemplos de profesionalismo, dedicación y sobre todo, de responsabilidad moral frente a  una sociedad tan necesitada de sus «ilustrados» como la nuestra.

Sin embargo, todos aquellos que de alguna manera colaboramos con esta tarea en los medios de comunicación somos víctimas sistemáticas de las limitaciones que impone un sistema educativo insuficiente y estancado, poco dinámico en su relación con la propia cultura nacional, cuyos resultados en términos de formación «humanística» son seres sin interés ni aprecio por el arte y la cultura, cuya única ambición consiste en la cacería indiscriminada de dinero, posesiones y poder.

Algunos prototipos, afortunadamente, ya los hemos empezado a ver procesados en los juzgados del crimen.

El periodismo cultural es un ejercicio poco reconocido en México. Las secciones de cultura tienen por lo general poco espacio y son relegadas a las últimas páginas de los diarios.

Esto no quiere decir que las secciones de cultura sean prescindibles, pero la cultura es considerada un bien secundario cuya ausencia no implica un obstáculo para el desarrollo del ser humano, aunque tal apreciación esté, por supuesto, equivocada.

Por eso las obras literarias que abordan temas como el rock pasan de noche: no son discutidas en los medios de comunicación, ni tampoco son tema frecuente de foros universitarios, son temas desdeñados que entienden y entusiasman a unos cuantos.

El buen periodismo exige rigor, talento e independencia, por lo que no importa cuál sea el género, fuente o plataforma en la que se publique, nos encontramos ante la pregunta ¿Cómo desaparecer completamente cuando nos referimos a  Crónica y periodismo cultural, El periodista tiene que buscar al público con la intención de brindar herramientas para la producción de textos de periodismo narrativo a profesionales de México y América Latina, la información cultural se ha manejado como algo para la élite, hace falta buscar llegar a más gente abrir el panorama y generar que día a día lectores, radioescuchas, tengan algo nuevo de lo que nos ofrecen los medios tradicionales.

Faltan crónicas que miren a los ricos sin una mirada estigmatizante. No me interesa el poder de las clases altas, sino narrar lo que hacen con ese privilegio, Falta retratar la crudeza como a cultura en nuestros días va desapareciendo día a día, el día de mañana a nuestros hijos nada les va a tocar y eso no queremos. Tenemos que hacer que el periodismo vuelva a ser tomado en cuenta,

Comparto con los públicos algunos de mis métodos de trabajo, por ejemplo, dijo que al realizar una investigación periodística busca entrevistar a una gran cantidad de personas, aunque no necesariamente cite a todas las voces en el texto final.

Tengo una agenda muy organizada, aunque soy muy desorganizado y tengo mil cosas por hacer y quiero abarcar otras tantas. Me fascina viajar, conocer, explorar, sentir. cuando viajo me quedo lo menos posible para volver a escribir. Llevo conmigo un diario, mi computadora, cámara de fotografía, mil cables, micrófonos. (café, cigarros, no pueden faltar los vicios). Cuando estoy escribiendo no admito mucha desconcentración. Es bueno escribir desde la incomodidad y evitar hacerlo con la misma fórmula. En las primeras líneas me gusta romper el hielo, una historia o anécdota, trato de aclararle al lector los puntos importantes para que sepa si se queda. Muchos de los principios de mis historias los encuentro en las platicas con los taxistas, la gente, los amigos y desconocidos, otras entre el insomnio, las 3 o 4 horas que duermo y el despertar.

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