“La base de todo mi trabajo es la herrería. Viajamos por diversas partes y en todas encontramos material para trabajar…”
Pablo y Vladimir son unos de los tantos artesanos – artistas que se instalan día con día en el Callejón entre San Francisco y Aranzazú, dedicándose desde hace casi una década a un negocio complicado, viviendo entre viajes dedicados a la búsqueda de oportunidades, limitantes respecto al reconocimiento por su trabajo y un eterno debate entre ser considerados por la sociedad como artistas o artesanos.
La huida de San Luis Potosí.
Pablo es originario del Distrito Federal. Estuvo residiendo en la ciudad de San Luis Potosí un tiempo; sin embargo, durante la temporada en que la Influenza se hizo presente y la violencia se acrecentó, las ventas se vieron afectadas y la gente dejó de salir y acudir al callejón, por lo que tuvo que emigrar hacia otros estados de la república, donde encontró amistad en los Departamentos de Cultura correspondientes a estados como Nayarit, Campeche y Chiapas.
El origen de su trabajo como limitante para su reconocimiento.
Vladimir relata sus viajes alrededor de la república y coincide con Pablo: los espacios para ellos se están cerrando por el hecho de no ser considerados como artesanos, sino que los toman en cuenta como ambulantes y eso es un impedimento para obtener un área adecuada donde puedan ofertar sus productos.
Anillos, pulseras, collares y accesorios con piedras brillantes y de diversos colores se fusionan con piezas de metal armadas de diferente manera. Ese es su trabajo. Un trabajo sin valor, cuenta Pablo, ya que al no ser reconocidos, se vuelven “híbridos”, ofertando piezas sin un origen.
Ambos trabajan actualmente para tener ese reconocimiento, no sólo para ellos, sino para las demás personas que se dedican a lo mismo, con el objetivo de que puedan arribar a cualquier lado de la República y tengan el permiso por parte de la Secretaría de Cultura correspondiente para obtener un espacio donde ellos puedan estar trabajando y creando con el debido reconocimiento de artesanos.
“Dicen que un artesano si puede llegar a ser artista, pero un artista no se puede convertir en artesano. Y nosotros no somos ninguno de los dos. Somos una especie de “híbridos” sin origen”.
Para Pablo, el recorrer los estados trae experiencias muy enriquecedoras. El conocer y quedar en contacto con tanta gente, aunado a los materiales que puede encontrar para desarrollar su trabajo creativo, son elementos importantes que valen la pena vivir. Señala que Nayarit es uno de los estados donde sí están catalogados como artistas, y se les da el apoyo correspondiente, lo que, de manera automática, les facilita su trabajo y el contacto con el turismo, que se muestra más entusiasmado al obtener piezas con un valor reconocido.
Sin embargo, Vladimir también reconoce estados donde no se les otorga un permiso adecuado; estados donde el Gobierno se ha encargado de desplazar a personas que se dedican a la venta de ese tipo de artesanías, como Tamaulipas, Nuevo León y Chihuahua, donde incluso se contaba con una Asociación Civil, siendo cesada ya por el Gobierno.
Avances y proyectos. Un impulso a la cultura.
A falta de apoyo en otros estados, Pablo regresó a la capital potosina después de tres años, donde posteriormente conoció a Vladimir y juntos trabajaron para conformar una Asociación, cuyo objetivo fuera el de introducir su trabajo orientado a la cultura, para fusionar su trabajo con aportaciones relacionadas con la ciudad y el ambiente dentro del cual laboran.
Poco a poco han ido convirtiéndose en algo grande. Entre sus proyectos, destacan los trueques de libros que se realizan cada fin de semana a lo largo del callejón, mientras que, a la par de este, se montan foros culturales abiertos, que cuentan con la presentación de obras de teatro, música y pintura; así como la organización del festival “Somos +”, que el mes pasado tuvo su segunda edición y que es calificado como un evento multidisciplinario urbano de San Luis Potosí, con el objetivo de promover el arte y la cultura en la ciudad, y que consolida una plataforma para que todos aquellos artistas y creadores, tengan o no trayectoria, cuenten con un espacio necesario y pertinente que les permita mostrar y desarrollar sus talentos y habilidades.
Son proyectos que han costado, pero Vladimir afirma que son eventos que constituyen un gran atractivo para la población y el turismo; una acción de rescate del callejón, para darle un aspecto más cultural y dinámico. Se trata de ser propositivo, de aportar para realzar la imagen de la ciudad. Todo lo que se comenzó a vender por parte de ellos atrajo el turismo y la apertura de restaurantes y cafés, que le dieron vida y vista al lugar.
El futuro se ve prometedor para el callejón y las actividades culturales. Entre ellos, se encuentra un “Jardín del Arte” patrocinado por la Casa de la Cultura, que les dará un espacio a la artesanía urbana y a la pintura. De la misma manera, en coordinación con el Director de Turismo se busca una interacción más cercana entre los visitantes y los restaurantes ubicados en este plano de la ciudad, pero reforzando al mismo tiempo la seguridad que los habitantes y visitantes merecen, para que en completa libertad y confianza, se puedan generar actividades de este tipo.
Área de trabajo.
Pablo y Vladimir son artesanos establecidos desde hace algún tiempo en el callejón y poseen cierta preferencia sobre el espacio que ocupan sin necesidad de un pago al Gobierno, pues les generaría derechos que a éste no le conviene. Sin embargo, las personas que llegan de fuera a instalarse por cierto tiempo en el callejón y lo que tienen qué hacer es “tratar” con aquellas personas de municipio, además de cumplir con una serie de condiciones durante su estancia como el respeto hacia los demás dentro del área de trabajo y evitar acciones que puedan dañar la imagen, porque, como bien dice Vladimir, “Ellos se van, pero nosotros nos quedamos”.