Por: Hector Ahmed Hamud Escárcega
Y cuando despertó, el cuarto estaba vacío.
Había un ropero con espejo en la puerta y un pequeño escritorio con la silla acomodada dentro del espacio para ello, también la cama sobre la que despertó sin sabanas, sin embargo, el cuarto estaba vacío.
El aire entraba por la ventana entreabierta y la cortina color guinda se movía como bandera pesada, se escuchaba ruido de autos y murmullo de voces lejanas, sin embargo, el cuarto estaba vacío.
Descubrió en un rincón su maleta abierta y ropa mal acomodada sobre un pequeño sofá de madera con respaldo de bejuco y por encima del sillón colgaba de la pared un cuadro que tenia un retrato estilizado de Salvador Dalí con los ojos muy abiertos y la cara rodeada de ángeles abrazados con diablillos, todos riendo, sin embargo, el cuarto estaba vacío.
Se enderezó y ahí estaban sus pantuflas, frente a la cama un mueble con cajones y encima una pantalla Samsung negra con una rayita verde horizontal de más o menos seis a siete centímetros de largo, al centro. Algo zumbaba de ambos lados de la pantalla y junto a ella, sobre el mueble un celular, la billetera y una botella de Coca Cola vacía, sin embargo, el cuarto estaba vacío.
Se levantó y fue al baño para lavarse la cara y despertar bien, regreso a la habitación y pensó que en realidad ese cuarto siempre había estado vacío, desde que llegó hacía dos días, sencillamente porque llegó solo, sin ella y se sentía tan vacío como el cuarto.