Ideológicamente el cambio está dentro de mi. +

Por Lucy Lastras

Una de las decisiones más difíciles que he tomado en mi vida ha sido sin duda, separarme de una institución a la que por muchos años he servido, en donde me forme ideológicamente y que además, recibí como herencia. He decidido renunciar a mi militancia al Partido Revolucionario Institucional después de 30 años de trabajo partidario, simplemente porque hoy el partido no representa más mis intereses institucionales. No comparto más la visión de estado con que hoy los dirigentes conducen la vida del partido, ni el rumbo que se perfila para las próximas elecciones. Desde que tenía 16 años inicié mi participación en el PRI, acompañando a mi papá en su campaña como candidato a diputado local en 1978. Desde entonces nació mi interés por el trabajo de partido y cumpliendo los 18 me afilié. Entregue al PRI muchos años de trabajo con la expectativa de motivar la oportunidad de llegar a un cargo de representación, haciendo del partido un espacio de expresión política que me permitiera desarrollarme y lograr mis aspiraciones, tal como lo consigna la Constitución de la República. Ese interés me llevó a prepararme, a estudiar, a hacer trabajo comunitario, a involucrarme con los problemas del estado y del país. La oportunidad que tuve de servir a la comunidad huasteca desde la oficina de Representación de Gobierno fue contundente para definir mi vocación por el servicio público, ya que ésta ha sido la mejor experiencia laboral que he tenido en mi vida, la más formadora, la más enriquecedora, que me permitió conocer de cerca las condiciones de vida de las comunidades más marginadas y despertó mi interés por trabajar en busca de mejores condiciones para ellos. Esto, vinculado con un ingrediente que con certeza heredé, han hecho de mí una apasionada de la política. Como militante del PRI, realice mi trabajo en el servicio publico apegada siempre a la filosofía y los principios ideológicos que me inculcaron sus documentos básicos. Serví también al partido en incontables comisiones, privilegiando siempre mis convicciones. Pretendí en dos ocasiones llegar a la dirigencia estatal, aspiración que se truncó por ser contraria a los intereses de los mandantes en turno. El proceso electoral 2009 generó una fractura en mi identidad partidista, al constatar que los intereses institucionales del partido no estarían representados en los candidatos que postuló a la mayoría de los cargos de elección, incluido el cargo de Gobernador del Estado, y expresar públicamente mi percepción. Pretendí ser candidata y nuevamente se frustró mi aspiración. Ya habiendo asumido el poder el gobierno que arribó con las siglas partidistas, intenté llegar a la dirigencia, pero la sucesión estaba ya pactada para beneficiar a los actuales dirigentes que desde el gobierno fueron impuestos. Un poco frustrada por mis derrotas, decidí entones expresarme plasmando mis pensamientos e ideas en escritos que se volvieron columnas periodísticas, al encontrar eco en amigos comunicadores que me invitaron a colaborar en sus medios. Sin ser periodista ni tener formación para ello, inicié dibujando en mis escritos lo que siento, lo que pienso, lo que veo, lo que me gusta, lo que no me gusta, con lo que estoy de acuerdo, con lo que estoy en desacuerdo. Y así empecé a sentirme útil a San Luis y útil a la sociedad pues con satisfacción encontré un público lector receptivo, interesado. Fue inevitable que en mis escritos expresara mi inconformidad por las malas prácticas del partido, no solo en el ámbito estatal, sino en el nacional, pues expresé abiertamente mi desacuerdo con el entonces presidente Moreira y sus excesos, con la perversa alianza del partido con el convenenciero PVEM y el PANAL y su nefasta lideresa. Critique al candidato Peña por su frivolidad y por los frenos que puso en el Congreso para las reformas estructurales. Estoy en desacuerdo con su candidatura. He plasmado en mis escritos opiniones que critican al gobierno priista y a sus diputados. Con obviedad, la postura que asumí en mis escritos me coloca nuevamente y ahora con razones, en la imposibilidad de ser admitida en el PRI como candidata. Yo misma tendría reticencia ahora en ser candidata por un partido que en otro tiempo lleno mis expectativas pero hoy se ha alejado de mi visión de Estado y de mis convicciones, que siguen siendo las mismas. Yo no traiciono al PRI, sus dirigentes me han traicionado. Contenta con el éxito obtenido como articulista en medios, empezaba a resignarme a olvidarme de la política activa y a consolidarme como tal, consciente de que no sería candidata del PRI, por lo ya expuesto y, además, porque mi distrito en el que vivo, en el que trabajo y en el que viven la mayoría de mis amigos, que es el V distrito, le fue entregado al Partido Verde, en los acuerdos que hizo el PRI con este partido y con el PANAL . No obstante, impugné ante el TRIFE este acuerdo, que me negó la razón. A veces pienso que si las cosas se me hubieran dado fácil, hoy no sería yo más que un eslabón en la cadena de los intereses y las complicidades. Los golpes que he recibido en mis intentos me han dado experiencia y me han hecho suficientemente fuerte para consolidar mis ideas, mi visión de Estado, mi visión de Gobierno. Hoy tengo muy claro lo que pienso que es correcto y lo que a mi ver es incorrecto, lo que creo que deben hacer los políticos de este país y me he permitido criticar según mi percepción, lo que a mi juicio están haciendo mal. Hoy tengo muy claras las dos banderas que debemos enarbolar los ciudadanos y que a mi consideración, son los lastres que no permiten que este país crezca y se desarrolle armónicamente, que son la corrupción y la impunidad. Hoy tengo muy claro el país que quiero, y sé que es el mismo que queremos todos los ciudadanos que día a día salimos a la calle a construir nuestro futuro y el de nuestros hijos. En este contexto, un día recibí una llamada de un Senador amigo que me informo que sin mi consentimiento, había dado mi nombre para ser encuestada, y que como resultado de esa encuesta, me convocaba a la ciudad de México a una reunión en donde Andrés Manuel López Obrador me haría de manera formal una invitación para ser candidata a diputada por el V distrito federal electoral por la coalición de partidos de izquierda en la elección del próximo año. La invitación me noqueó. En principio, no supe que contestar. Le pedí unas horas para darle una respuesta. Ya que me cayó el veinte, serena y consultándolo con mis hijos puse en mi mesa las opciones, solo encontré dos: O me quedaba en mi casa asumiendo mi papel de articulista, o salía a pelear por lo que toda mi vida he buscado. Soy una mujer de retos, por eso mi decisión no tomo mucho tiempo. Mi concepción de pensamiento es liberal, por lo que la cuestión ideológica no fue impedimento. Acudí a la cita. López Obrador, al igual que algunos colaboradores cercanos suyos, se formaron en el PRI, y con ellos encontré coincidencias ideológicas. De los grandes aciertos que reconozco al viejo PRI, aun en sus desaciertos, es que formó hombres de Estado, de los que quedan pocos. Puede López Obrador tener mil defectos, como todos los tenemos, y haber cometido mil errores, pero reconozco en él cualidades como la perseverancia que no esta siquiera puesta en duda, la honestidad y valentía. Y algo que para mí es esencial: dice en su discurso político lo que yo quiero escuchar, combate a la corrupción y a la impunidad, pues en mi concepto, esos son los primeros pasos para buscar que México salga adelante. He aceptado la invitación y voy a ganar.

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