También llamada Guaxcamán o Huaxcamá, es un poblado localizado en el municipio de Villa Juárez, uno de los 58 de San Luis Potosí, en el centro de Mexico. Sus yacimientos de azufre le dieron fama desde tiempos prehispánicos, primero por sus aguas a las que se atribuían propiedades curativas, y después por sus minas. En la década de 1970 y a raiz de un incendio desastroso la mina fue abandonada e inició un proceso de migración muy importante a Estados Unidos.
Historia.
En 1808 una compañía alemana fundó una mina para extraer azufre. Años después, Mariano Niño obtuvo los derechos para trabajar las minas, con el nombre de Negociación Minera de Azufre, S.A. de C.V. El 18 de noviembre de 1972 ocurrió una explosión en uno de los tiros de la mina. El fotógrafo Roberto Silva, de El Sol de San Luis, advirtió que el humo del incendio se veía desde las afueras de la capital del estado, San Luis Potosí, a unos 70 kilómetros.
El Sol de San Luis el 21 de noviembre de 1972, publicó en nota de ocho columnas “No más azufre de Guaxcamá”, y los subtítulos “Sigue el dantesco siniestro. Muere una fuente de trabajo. Hay miseria”, donde los reporteros Juan José Rodríguez y Juan Antonio Hernández informaban que “el fantasma del desempleo, de la pobreza y las enfermedades amenaza gravemente a los habitantes de una extensa región”, fuente de trabajo para 440 jefes de familia, y donde Conasupo, Servicios Coordinados de Salubridad y Ferrocarriles Nacionales ya habían concentrado más de ocho toneladas de víveres y carros-tanque con agua para los más 3,500 damnificados.
El fuego, que obligó al desalojo de la comunidad, tardó varios días en ser apagado. La mina, las casas y la capilla adyacente hoy están en ruinas, en un rulfiano paisaje.
Aunque el texto anterior dice que duro varios dias el incendio, se refiere a la parte superficial, pues durante varios años siguio saliendo humo de su interior, el azufre siguió ardiendo hasta que se fue extinguiendo poco a poco.
“En la Hacienda de San Antonio de Guaxcamá vivía Maria Nieto con su madre casada por tercera vez.
María Nieto escapaba a los pueblos de San Luis, ella llevaba los elementos del azufre, azogue, antimonio de aquí y allá, curando a los enfermos de la región. No pocos partos atendió y muchos la esperaban puesto que les hablaba de su futuro. La muerte del cuerpo no importaba sino trascender en la fama.
No solo gustó del Cerro San Pedro, sino que subió al Quemado en Real Catorce. No olvidó visitar a San Francisco cuando andaba a hacer curas con el peyote. Un primo de Armadillo de los Infante le había proporcionado una serie de libros de química, biología, anatomía e incluso un vademécum. Visitaba San Luis para ver a sus amigos médicos y para platicar de las novelas que leía.
Por no regresar a Guaxcamá se casó con Jesús Sánchez, de Cadenas. Él se había jugado en los gallos su parte de hacienda, por lo que se les juntó a las hermanas Nieto, mujeres laboriosas, conocedoras de los minerales y el valor de la tierra.
María siguió su peregrinar. Sus dos hijos fueron acogidos por su abuela ya viuda tres veces quien tuvo que acampar por los caminos, atender a las personas de los caseríos, y aunque algunos la veían como hechicera, era esperada para la misa de la catedral de San Luis.
Una explosión en los profundos socavones de la mina de azufre acabó con su pueblo, dejando sólo un páramo difícil de transitar. El hijo murió, la hija fue a alcanzarla a la capital. Ella sabía la farmacopea por lo que trabajó en la botica hasta su muerte. María sabía administrar los recursos naturales de nuestros pueblos, pero también había infames que no tenían cuidado del mundo, los que no cuidan lo que extraen de la madre tierra. Aunque ella era una defensora de la tierra, una sanadora, ellos la trataron como si fuera una bruja.”
(Historia oral de la familia García-Nieto, testimonio personal de Liliana Fort Chávez, sobrina nieta de María Nieto.)