«El pueblo solo es soberano el día de las elecciones»

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Alfonso Daniel Rodríguez Castelao (1886-1950). Político, médico y artista español.

 

Por Juan Felipe Cisneros Sánchez

La moneda por fin ha caído y tocado el suelo; se acaban las especulaciones y llega el resultado: es águila, y no sol. Gana Andrés Manuel López Obrador.
Aun faltan los estertores de un alumbramiento, que cala hasta los huesos del añejo régimen y sus beneficiarios, aunque en la pantalla grande, los adversarios de ayer, se muestran resignados a un resultado impuesto por el castigo de los electores, pero no dejan ni dejarán de seguir siendo lo que fueron: un lastre para el desarrollo, ya que su actuación no procuró la paz, justicia, dignidad y equidad en México.

El ganador, intenta tranquilizar los mercados; las bolsas de valores; la relación con E.E.U.U; la virulencia política, con enunciados como el de revisar los contratos suscritos por el actual gobierno, respetar las empresas y dando pautas a una transición diálogada y acordada con EPN de la sucesión presidencial.

Por otro lado, responde a los aliados y sus seguidores con compromisos y reafirmaciones clave en su discurso político, como es: no mentir, no robar y no traicionar…. Perdón, pero en México ¿Quién no quiere oír eso? ¡Todos y todas!
Como experto político, AMLO se asume como el fiel de una balanza entre apoderados y gobernados, que no está fácil conciliar, en cuanto a los profundos intereses y pesos que cada actor tiene.

Veremos, dijo el ciego. El electorado ha confiado en la transformación; la expectativa es tan grande como los retos para llevarla a cabo, pues AMLO recibirá un país casi en banca rota, comprometido hasta el cuello con el capital financiero foráneo, heredando una tremenda deuda externa e interna, una guerra insaciable de sangre joven, una brutal violencia hacia las mujeres, adolescentes y niñas, la vulneración de derechos humanos crónica y degenerativa en todo el territorio nacional, los millones de pobres solo son un botón de muestra de esta vulneración de derechos, así como el despojo, la discriminación y la brutalidad institucional y empresarial contra los territorios y formas de vida de los pueblos y comunidades indígenas de nuestro país, que esperan ser respetados y atendidos en sus reclamos de autonomía y libre determinación reconocida constitucionalmente desde hace décadas.

El prometido combate a la corrupción será insuficiente, sino se redefine el proyecto de nación con la nación. Tiene que consultarse debida y ampliamente, pues lo que sigue estando en juego es el proyecto nacional de una transformación comprometida. No se olvide que en medio de todo sigue estando el destino de un país que tiene con qué, pero no cuenta con una rectoría honesta ni efectiva; menos aún se cuenta con procesos de planeación democrática, para diseñar las acciones desde bajo y con los de abajo, ni cómo conciliar los planes de los de arriba con los de abajo.

La transformación que se tiene que construir con todos los actores, exigirá congruencia, inteligencia y equipos de trabajo interdiciplinarios y abiertos a la inclusión. ¡No está fácil! Pero es posible.

México, en las elecciones, castigó la corrupción, la violencia, la impunidad, la ineptitud, el dispendio, la soberbia, y la desnacionalización de recursos estratégicos. Al mismo tiempo el electorado está afirmando que tiene hambre y sed de justicia social, económica, política y cultural. Esto acota de principio a fin, al ganador de la elección. En los primeros 100 días de gobierno, AMLO tendrá que responder a sus promesas, principalmente la de acabar con la corrupción y la impunidad, con directrices que concreten, por ejemplo:

  1. La derogación inmediata de los decretos que ponen en riesgo el agua de México. Construir una agenda incluyente, participativa y respetuosa que garantice el derecho al agua para todos y todas. Donde los pueblos y comunidades indígenas estén plenamente consideradas.
  2. La suspención difinitiva e inmediata de las rondas petroleras sobre territorios indígenas y las concesiones mineras, por estar viciadas de origen, al actuar el ejecutivo y los particulares de mala fe, sin consulta previa e informada. Pues por encima de los derechos individuales y colectivos, no puede estar ninguna actividad económica que comprometa el futuro de las proximas generaciones.
  3. Asumir la agenda 2030 de Naciones Unidas, para lograr sus objetivos, entre los que destacan: el abatir la probreza, el hambre, impulsar el desarrollo sustentable y garantizar el respeto de los derechos de los pueblos y comunidades indígenas; contribuir en proteger el medio ambiente como un derecho humano e impulsar como un derecho, el desarrollo social, economico, cultural y humano del país.
  4. Impulsar una profunda transformación de las instituciones, que se apegue absolutamente a una perspectiva de derechos humanos, de equidad de género, interculturalidad, y de ciclo de vida; para que nadie, siga siendo excluido, vejado o asesinado.
  5. Ajustar estructuralmente el presupuesto, para armonizar las responsabilidades y obligaciones, imponer la austeridad, optimizar el gasto público, modificar el marco normativo para hacer mas efectiva la participación social y privada, y aprovechar el capital social y humano al máximo. Para intentar hacer más con menos, además de focalizar la inversión en acciones estratégicas para el desarrollo nacional, estatal, regional, municipal y comunitario.
  6. Asumir como un asunto de Estado, la igualdad y equidad entre hombres y mujeres. La paridad resulta insuficiente si no se da una profunda transformación en la conceptualización, planeación, presupuestación, articulación y ejercicio de las instituciones y políticas públicas. Las acciones afirmativas hacia las mujeres y las niñas, no deben ser de forma sino de fondo. Se debe focalizar de inmediato acciones contundentes contra el feminicidio, la trata y el juvenicio.
  7. Reconocer la pluriculturalidad de la nación y el ejercicio de la autonomía y la libre determinación de los Pueblos y Comunidades indígenas sin restricciones y limitaciones que no sean los derechos humanos. La deuda histórica con la población indígena debe ser saldada de inmediato, tiene que reconocerse a los gobiernos y la gobernabilidad indígena en sus territorios, su derecho a elegir a sus representantes, de definir su forma de gobierno local, municipal y regional, bajo sus propios sistemas organizativos y normativos. Sin el sistema de partidos que solo dividen, y no se cohesionan socialmente.

La autonomía y la libre determinación ya no están en discusión, se debe terminar con la visión paternalista del Estado y con su práctica indigenista coorporativa y ajena a la cosmovisión de los pueblos y comunidades originarias. Pues no se trata de crear una Secretaria, sino de transversalizar la agenda indígena en el conjunto institucional del Estado y empoderar la participación real y efectiva de las representaciones indígenas en la toma de las decisiones.

No hay que olvidar que estas elecciones fueron marcadas por la violencia, aunque los medios de persuación intentan afirmarnos que son “Elecciones tranquilas”, “la violencia política alcanzó números alarmantes al sumar en el país 132 asesinatos de personas vinculadas a partidos o agrupaciones políticas, incluyendo 48 candidatos”, según Etellekt Consultores y la revista Proceso.

Aunado a este fenómeno, está el comportamiento del electorado. Hasta este momento, de conformidad al 93.56 % de las actas capturadas por el INE, AMLO ha sido declarado ganador con el 55 % de la votación efectiva, el posicionamiento de AMLO en ambas cámaras resulta ser mayoritario, dando vialidad a sus posibles iniciativas. En contra peso están las gobernaturas de sus opositores, langidecidas por la depuración de sus congresos locales y sus representaciones federales. El PRI parecería estructuralmente herido de muerte; sin embargo, las prácticas públicas depredadoras, corruptas y rapaces están ahí, en las tripas del sistema político mexicano, en particular en las estructuras de instituciones públicas y los partidos políticos. Dichas prácticas requieren ser removidas y transformadas por otras que pongan en el centro a las personas, las libertades y los derechos humanos.

Un aspecto insoslayable es el abstencionismo. La votación efectiva representó el 62% del padrón nominal. El abstencionismo resultante es del orden de 38% . Si el padrón nominal es de 89.1 millones de electores, ¡el abstencionismo representa a 33. 8 millones de electores en números absolutos!

Este factor es preocupante y nos deja nuevamente claro, que el abstencionismo no solo resulta ser un vacío silencioso, que comúnmente es llenado por el poder fáctico. Sino que también, nos reafirma que es urgente una reforma política de fondo, pues el sistema de partidos, el aparato organizador, regulador y fiscalizador de los procesos electorales; no logra la credibilidad y certidumbre para votar y menos aún para ser votado en un tercio del actual padrón nominal, lo cual no es poca cosa. Asumiendo que el ejercicio del sufragio o ser postulado es un derecho fundamental.

No se puede aspirar a la legitimidad del Estado, sino se cuenta con un sistema de elección realmente incluyente, democrático y adecuado a la complejidad de un país como México, porque como México no hay dos.
Cómo verán, la cosa no está tan sencilla… lamento decirles que la pesadilla aún no ha terminado, apenas el México bronco y profundo esta despertando.

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