Discurso de desarrollo, pero la práctica es de Etnocidio

DesarrolloImagen tomada México es cultura. La cartelera nacional.

Es mejor provocar la cólera del rey, que despertar la del pueblo… Proverbio africano

Por Juan Felipe Cisneros

El pasado 9 de Agosto, conmemoramos el Día Internacional de los Pueblos Indígenas.

En esta ocasión,  la conmemoración se da cercana a cumplir 10 años la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, la cual fue instituida el 13 de septiembre de 2007.

La Declaración es el instrumento internacional más completo, junto con la Declaración Americana,  en ella, “por un lado, se establece un marco universal de normas mínimas para la supervivencia, la dignidad y el bienestar de los pueblos indígenas y, por otro, se expone en detalle cómo se aplican a la situación particular de los pueblos indígenas las normas existentes de derechos humanos y las libertades fundamentales.”

En estas fechas, muchos se llenan la boca con discursos exaltando nuestro origen milenario; mas pocos, muy pocos están acompañando a los pueblos y sus comunidades en sus grandes desafíos.

El Señor Presidente en su evento oficial en Chiapas, con motivo de este día, hizo hincapié en los cambios y las transformaciones “…no habrán de llegar solo por una decisión que venga del presidente de la República o de su gobierno; estos cambios habrán de ocurrir en la medida que las comunidades hagan suyos los cambios que habrán de depararles desarrollo, prosperidad y bienestar”.

La frase parece aislada, pero no. Es un fiel retrato de la actual visión del Estado mexicano, hacía pueblos indígenas.  Los cambios y las transformaciones a las que se refiere el Ejecutivo, están llegando desde el Fondo Monetario Internacional, las bolsas de valores y  las salas ejecutivas de las grandes trasnacionales alimentarias, petroleras y gaseras, mineras,  farmacéuticas, financieras, etc. pues es evidente que las reformas estructurales, son para desnacionalizar el patrimonio de México, lo cual implica el despojo de importantes extensiones de territorios indígenas entre otros.

Agregó que los cambios habrán de ocurrir en la medida en que los hagan suyos, las comunidades indígenas, y que éstos “habrán de depararles desarrollo, prosperidad y bienestar”. Así lapidariamente ha quedado  establecido el verticalismo de la política de Estado hacia los Pueblos y sus comunidades.  Es decir, el desarrollo que ofrece el Estado es una oferta que no corresponde a la demanda indígena.  Los pueblos y sus comunidades, no fueron consultados para realizar las reformas estructurales que tanto les están afectando en distintas latitudes de México.

Las concesiones mineras, petroleras, forestales y de todo tipo, van por las grandes reservas de recursos que yacen en territorios indígenas. ¿Cómo van a apropiarse de los cambios las comunidades?, si éstos le son ajenos y no han surgido de su visión de desarrollo, ¿Cómo van a prosperar, si el capital foráneo destruye y se apropia de su territorio y su capital social?, ¿Cómo tendrán bienestar,  si el despojo que están viviendo, destruye la base material e inmaterial de su existencia y su capacidad de reproducción? El discurso es como: ¡Ríndanse o mueran!

La visión del Estado Mexicano  es liberal y en la lógica de la globalización que acumula la riqueza del mundo en unos cuantos.  La visión de los pueblos y comunidades originarias, parte de lo local, del desarrollo de la comunidad y de hacer la vida en la misma comunidad.  No aislada; sí, vinculada a un desarrollo desde abajo, no desde arriba para abajo.  La comunidad preserva su medio ambiente, su tierra, su agua y su territorio; pero como medio de vida.  No como medio de extinguir ésta.  Por ello, no en balde, las comunidades indígenas, mantienen como propiedad social sus tierras, ya sea como ejidos o bienes comunales, pese a las enormes presiones de los Gobiernos por fragmentar su posesión y desincorporarla con un “falso dominio pleno”.

No  es casual que las principales áreas arboladas y de selvas que aún prevalecen en México, están en las regiones indígenas.  Tampoco lo es el que las regiones de mayor precipitación pluvial y disponibilidad de agua sean estas regiones, menos lo es, el que el  agua más pura esté en estos territorios.  Puesto que  el manejo del agua es  un asunto sagrado.  En contraste, los Gobiernos pretenden apropiarse del agua y usurpar el manejo comunitario de la misma,  llegando al absurdo de ponerle un medidor a una toma pública  de agua, misma que sale del manantial comunitario.

En síntesis, los pueblos y comunidades indígenas ven en la naturaleza una madre, no una mercancía.  No es un asunto de romanticismo el suyo, es un asunto de vital importancia para su existencia.  El Estado mexicano y sus Gobiernos, siguen imponiendo en su política de desarrollo el concepto  de homogeneidad, discriminando a diario y en todo momento.  La diversidad cultural y la multiculturalidad no le importan, es más, ve en  ambas un obstáculo a sus planes y negocios.

El Estado Mexicano no entiende el derecho a la diferencia cultural, ni lo quiere entender.  Los pueblos y comunidades originarias son vistos por el Estado como un enemigo, por eso su abandono, su manipulación, la simulación, la omisión y el abuso de la autoridad de manera sistemática.  Si alguien ha ofendido a los indígenas es el Estado Mexicano, su deuda es histórica e irreparable a estas alturas.

Otro botón de muestra  del uso mediático de la celebración, es el uso del tiempo oficial.  El  Señor Presidente dedicó casi 40 minutos a besos y saludos, contrastando con  la brevedad del discurso. En un intento por legitimar su política hacia pueblos y comunidades originarias de México. Mencionó: “Ustedes como integrantes de las comunidades indígenas, pueden dar fiel testimonio de lo que han recibido en apoyo y respaldo donde saben que este gobierno no sólo les ha dado visibilidad, sino que se les ha escuchado, les respeta y quiere acompañarles en el desarrollo de sus propias comunidades”.

¿El Estado nacional los ha respetado, apoyado, respaldado y dado visibilidad? En realidad, nunca estructuralmente. Tan es así que no hay una Ley General de Pueblos y Comunidades Indígenas, la reforma al artículo 2° Constitucional se quedó a medias y sin una reglamentaria, la tutela de la autonomía y la libre determinación como derecho de los pueblos indígenas quedo en el olvido., menos aún existe una Ley Nacional de Consulta para proteger la participación,  el acceso a la información previa libre e informada, el consentimiento  o no de las comunidades ante  las megaobras  y megaproyectos que se impulsan sin consultar y sin su consentimiento;  como son minas, presas, gasoductos, rondas 1 y 2 para explorar y explotar los recursos petroleros y de gas… ¿ésto es escuchar, respetar y acompañar?

Por otra parte la institucionalidad para transversalizar una política de Estado, se quedó en un vano intento de modernización del neo indigenismo, que derivó en el indigenismo empresarial, al cual en realidad no le interesa habilitar a las comunidades en su desarrollo, solo se sirve de sus necesidades para hacer negocios y transferir los recursos a las cuentas de cheques de las empresas, que son al final las beneficiarias del sistema de financiamiento y político. Se usaron los índices de marginación de las regiones indígenas para montar el negocio de la infraestructura, despojando a las comunidades de sus propias iniciativas que implicaban trabajar en ellas, pero no, se prefirió el modelo privatizador de la obra pública y los indígenas solo reciben obras cuantiosas en costo, y pésimas en uso.

Peor aún es que el Estado Mexicano  criminaliza a las organizaciones, defensores de los derechos indígenas y periodistas por difundir o por hacer usos de acciones jurisdiccionales como el amparo, para proteger sus derechos. Cuando el Estado debe mantener un estado de derecho.

La hipocresía y mediocridad del actual régimen mexicano y su subordinación a la política global, lo ha distanciado de la realidad  y no puede verla, si acaso desde el helicóptero será lo más cercano que el presidente tenga contacto con la terca realidad de México y el sentir de la nación.

El Presidente y su sequito, se han colocado como socios y empleados de las trasnacionacionales y traen enraizada la visión del despojo y el dominio, no importando la vida de nadie, menos de los indígenas.  Para ellos, México es un negocio, olvidando que es una nación soberana.

El gobierno, en realidad, le ha declarado la guerra a los pueblos y comunidades indígenas…..y los quiere exterminar.  Su estrategia se basa en un discurso de desarrollo, pero opera en una  práctica sistemática de Etnocidio.

Juan Felipe Cisneros Sánchez

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