Una vez, había una niña muy rica con muchos lujos y demás, que es llamada Carina; un día fue a visitar a un mago llamado Rumpelstilskin, que no era malo ni tampoco bueno. El siempre hacía favores a las personas pero les cobraba no con dinero sino con piedras preciosas, como rubies y diamantes o, ¡con árboles mágicos!
Carina le pidió un favor a él, y Rumpelstilskin se lo cumplió, pero ella no le dio su pago, así que le hizo un hechizo para que se volviera pobre y no la recordaran.
¡PAZZZZ! le llegó el hechizo; entonces se encontró un bosque frente a ella, al fondo, alcanzó a ver una casa y ella decidió entrar… y al momento, ¡se vio frente a un espejo vestida de limpiadora! Apareció una señora, la dueña de la casa y madre de dos jovencitas, impresionadas de que Carina estaba dentro y no la conocían.
Quien le preguntó: _¿Eres la chica de limpieza?
_Noooooo soy la princesa del castillo_.
_Claro que no pareces una princesa, pues deberías traer contigo buen vestido y joyas.
Carina comenzó a correr como loca perdiéndose en el bosque, hasta que se agotó. Una Ada la encontró y le dio un consejo: _Tienes que ser buena con las personas_.
Ella la ignoró, pero siguió caminando hasta que le dio mucha hambre y se encontró más adelante con personas sencillas que al verla cansada, la invitaron a comer. Aunque ella no se sentía cómoda con estas personas, su hambre la obligaba a ser agradecida.
Cuando acabó de comer y sació su hambre, descubrió que un plato caliente es mejor que todas las joyas del mundo, entones el hechizo se rompió y aunque se vio vestida de princesa, su corazón sintió afecto y amor por las personas que le habían dado refugio y un lugar para descansar, que era en realidad todo lo que tenían para dar.
Cuando llegó a su castillo, su bondad fue tan grande que alcanzó a todas las personas que la rodeaban. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Escrito por niña Ana Victoria