Por Antonio González Vázquez para Astrolabio
A la memoria del periodista Juan Mireles.
Estela, la hija de Jacinta Francisco Marcial, dijo en la ceremonia en la que el Estado Mexicano pidió perdón a la indígena otomí: “Hasta que la dignidad se vuelva costumbre”. Jacinta le había ganado al Estado, mejor dicho, afirmó con fuerza y orgullo la hija de Jacinta: “Nos chingamos al Estado”.
Hay hechos que por inéditos, se cree que nunca volverán a ocurrir, que por excepcionales, son irrepetibles. Es el caso de que se haga justicia a los más olvidados y pobres. Es el caso de las y los indígenas de todo el país que rara vez, por no decir nunca, son escuchados o son considerados como iguales.
Ayer, en el auditorio Manuel Gómez Morín, se presentó la indígena tének, Maribel Zúñiga y quiere ser presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. A las dos diputadas presentes, Josefina Salazar Báez y Dulcelina Sánchez, Maribel les dijo: “Voten por la dignidad de las personas”.
Es una lástima que no estuvieran presentes todos los diputados, esa sería su obligación pero seguramente a más de uno les habría causado escozor escuchar esas palabras de tan acostumbrados que están a pisotear la dignidad de las personas.
Maribel que es de Tanlajás, pidió a los diputados irresponsablemente ausentes, que cuando voten para elegir por el presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos “no voten en silencio”.
Maribel no es la candidata del gobernador ni tiene de padrinos a algunos de los diputados o jefes de organizaciones no gubernamentales que dicen defender los derechos humanos, así como tampoco es la candidata de grupos de poder, abogados o ministros, ella es candidata de los suyos, de los indígenas tének y nahuátl.
Mayor orgullo que eso, imposible.
Habló durante diez minutos y luego respondió un par de preguntas en el marco del proceso de entrevistas a los 15 candidatos a presidir la CEDH. Si de algo está segura Maribel, es que ese organismo no puede estar vedado para una mujer y tampoco para una indígena.
Si Maribel llega a ser electa, será la primera vez que una persona que pertenece a uno de los grupos sociales más reprimidos y vejados, pase a la primera línea a defender los derechos de todos. Eso por supuesto, sería un orgullo y una muestra de que es posible palpar la dignidad.
Si, como dijo Estela Francisco: “Hasta que la dignidad se vuelva costumbre”.